sábado, 16 de febrero de 2019


HASTA MAÑANA PURISCAL

Cae el sol sobre las montañas santaneñas... Al oeste se ve como el beso ardiente ambarino se adhiere a las cúspides de las colinas.
Se tiñe de tristeza el cielo, la noche anuncia su llegada, el viento canta su himno entre las arboledas  que ya casi no tienen hojas en sus ramajes como clásica caracterización de la estación veraniega.
Son las cinco y media de la tarde y el sol se ha sentado sobre las montañas de Quitiriisí, cerca del mirador de Paso Hondo, escondiéndose entre los bosques de pinos y cipreses. Coloreando algunos senderos por donde la brisa sigue su marcha, dejando ese tono color fuego sobre la tierra que me ha visto nacer.
Se empiezan a asomar las sombras entre los caminos, y algunas lamparas inician su labor de alumbramiento. Al este se asoman las primeras estrellas del atardecer, como si vinieran a despedir al astro rey antes de su total partida. Ya no hay calor fatigante, sino que ahora es solo el espectáculo natural de aquellas colinas pintadas color rojo fuego. Los celajes ambarinos y grisáceos, van muriendo poco a poco...
Como si de un momento a otro Dios llegara y apagara la luz y nos diera ''Hijos míos, ya es hora de dormir''
Solo el borde se ve ya al dar las cinco con cuarenta y seis de la tarde. Y en el mirador de el Alto de las Palomas se ve solo el borde de lo que fue un día más en esta tierra de mis amores. Ahora se escucha el bullicio de los grillos, el canto de los búhos y se escucha el aletear de las aves en los grandes cedros buscando su descanso...
Canta el viento de nuevo su canción de cuna, mientas la luna tímida se asoma con su vestido de noche y sus aretes de cometas, danzando entre los fríos y guiñando sus ojos ante la grandeza de los montes y valles del hermoso Cantón de Mora, sobre la Tierra de Santa Ana y la paz enorme de mi hermoso Puriscal.
Ya son las seis de la tarde, ya el sol está dormido y la noche baila entre las miradas de aquellos que solo esperan en su hogar el momento para ir a dormir.
Se empiezan a escuchar los golpeteos de los ventanales, y las bisagras rechinantes de las puertas hogareñas que son cerradas por sus amas. Mientras los hombres solo miran pasar el tiempo en sus sillas preferidas, contemplando a sus amores terminar el día.
Hasta mañana Puriscal, que Dios te bendiga.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2019


miércoles, 6 de febrero de 2019


EL VENTANAL DE CARMENCITA.

Frente al ventanal de la casa, se sentaba doña Carmencita. La dueña de aquella casita de paredes de barro y tejados de ladrillo. Con su puerta de madera de tabloncillo de pino, y las campanillas que sonaban con el soplo del viento anunciando la llegada del temporal. Aquella casa parecía sacada de un cuento de hadas; con sus cercas de rosas y veraneras, los vidrios de las ventanas transparentes como limpiados con pureza genuina. Un jardín enorme como para salir a dar un paseo y perderse entre los guayabos y naranjos que adornaban cada rincón de los senderos.
Doña Carmen Aranda de Cortéz, a quien se le conocía solo como Carmencita. La reina de aquella casa que por fuera se veía tan sencilla, pero que por dentro estaba llena de mágicos momentos con su familia y esposo. Ella se sentaba al pie del ventanal a saludar el sol cada mañana, no se movía de su silla como si fuera parte del paisaje desde las seis de la mañana que se levantaba, hasta las nueve que era la hora de empezar con su quehacer, que no era mucho, puesto que siempre estaba sola desde la muerte de su esposo. Se veía siempre peinando sus canas, alardeando al viento su ancianidad y contando historias a la soledad de aquellos inolvidables días de su juventud. Con una taza con humeante café se le escuchaba hablar sola, como en sollozos, tratando de matar el tiempo que inapacible le arrugaba mas su piel cada segundo.
Sentada en su silla, frente a su amado ventanal, sacaba su hilo y su aguja para empezar a bordar los atardeceres. Tomaba los trozos de su vestido largo, hecho a mano con tela de flores, acomodaba sus lentes, dejándolos bien ajustados a su mirada y así empezaban los remiendos en cada prenda que debía ser reparada.
Con su pulso algo tembloroso por la edad, sus manitas huesudas pero llenas de amor, y los callos en las yemas de los dedos que se han formado a base de pincharse con la punta metálica que traspasa de lado a lado la tela en su reparación.
Solo su respiración se escuchaba haciendo eco en toda la casa. Desde la muerte de su esposo Don Felipe Cortéz, doña Carmencita solo abraza el silencio esperando que los días terminen poco a poco.
Ya han pasado dos largos inviernos y un verano desde aquella fecha. Y el sentarse en su silla a ver los temporales es todo lo que posee en su humilde pensar.
Gotas de lluvia caen de vez en cuando en el ventanal de la casa de Carmencita. pequeño rocío que le hace una canción rimada a la solitaria señora que solo tuvo corazón para su verdadero amor.
Nadie jamás fue como Don Feli, como le decían sus amigos. En cuyas manos siempre estuvo la ilusión de enamorar a su adorada Carmencita desde el día en que la conoció hasta el día de su partida. Siempre había una rosa para ella en una botella de vidrio con agua, colocada en el ventanal que tanto ama la anciana mujer.
Ese ventanal que se llena de brisa y lluvia en donde se escucha el nombre de los dos enamorados esperando reunirse algún día en otro paraíso .
Ya es hora de cerrar las puertas y despedir al silencio de la casa. Ella se levanta de su silla  dejando una mirada tierna en el cristal de su ventana, como buscando la rosa que se había ido con Felipe, y que en sus adentros sabía que pronto la iba a recuperar...

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2019
IMAGEN DE LA RED
Resultado de imagen para ANCIANA SENTADA FRENTE A SU VENTANAL

Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente q...