jueves, 10 de septiembre de 2020

 

LA CASITA DE SAN JUAN.

En la casita de San Juan. Allá donde se podían ver los montes dormir al ritmo del sonar, donde los ríos son libres aún y las praderas toman el sol sin ninguna interrupción. 

Recuerdo ese balcón con piso de tablilla de cedro, los pasamanos que lo rodeaban formados a base de cuchillo en manos del artesano. Tan lleno de naturaleza que aún se puede respirar el aroma a madera fresca. Era como estar sentado sobre el silencio del cielo y sus nubes cuando al atardecer la niebla besaba sus ventanales. 

Una silla por aquí, una banca por allá... Y las cortinas dobladas de hermosa manera adornando los marcos que daban a la recamara principal de la casa. Era tan espectacular ver la lluvia caer desde aquel balcón, sentir el viento acariciando el rostro y ver los montes y colinas recibiendo el alimento celestial. 

Allá en mi querido Puriscal, donde se guardan los sueños más bellos en un paraíso de paz y de gente trabajadora. Allá en su bello San Juan donde los árboles de jocote dan el fruto a los niños, y el paso por los ríos es libre porque no hay puentes, solo piedra y agua que forman un caudal donde es delicioso mojarse los pies. 

En al balcón de mis suspiros, en el piso de tablas formadas con mi corazón, en el atardecer ambarino y de celajes encendidos. Donde tantas veces pude ver al tiempo sentado en la baranda mirando como los minutos pasaban rumbo a la noche. 

Allá está la casita donde mis sueños volaron solo una vez. Con sus bigas de madera nazarena sosteniéndola valientemente. Con sus ''graditas'' hechas con amor enamorado hasta llegar a aquel hermoso balcón. 

A veces quisiera ser ese monte lleno de árboles que vigilante de día y de noche fue siempre el resguardo de mi inspiración.  


Rapherty Villalobos Soto 

Costa Rica 

derechos de autoría.


Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente q...