sábado, 28 de abril de 2018

MI CASITA DE CAMPO.

Mientras el serenar de la lluvia nocturna se escurre por entre las hojas del jardín, el sol asoma su rostro hasta tocar la puerta de la casita de campo allá en mi hermoso Puriscal. Los árboles van inclinando sus ramajes ante la presencia del astro rey, algunas flores abren sus pétalos para empezar a tomar algo de verdor.
Los ventanales de la casa se empiezan a abrir, y la frescura de otra mañana en mi querido Santa Lucía empieza a tomar vida. Al salir de casa están las plantas que mi querida madre dejó en recuerdo, con suspirar profundo solo digo entre mi corazón ''Dios la tenga en su santa Gloria''
Las hojas del ''cacho e' venao'' reluciendo con la claridad del nuevo amanecer, la bailarina con sus florecidos retoños danzando entre el vapor que desprende el suelo humedecido de los primeros aguaceros de anoche. Los ''helechos'' tupiéndose más y más como si en verdad estuvieran colgados de una montaña enorme...
Con las bancas de madera ya algo envejecidas, donde se han colocado las macetas con cada uno de los siembros. Las calas y los lirios, los espinosos cactus y los gorriones con sus flores púrpura. Las chinas y las calas. Son las que hablan entre sí cuando el sol las empieza a acariciar en  la altura de su pared de madera... Maderas algo envejecidas por el pasar del tiempo sobre la casita de campo, que han tenido que ser maquilladas con algo de color para que su vanidad no se pierda. Sostenida por el muro de bloques de concreto que se van llenando con el musgo verde de las horas, de las lluvias y la vida que sopla en un lugar donde la vida mengua, sino que más bien en medio de su ancianidad toma camino a la largura de días.
Bendito sea el cielo en donde reposan mis calas, donde los itabos brindan sus flores blancas de alimento, donde aquella flor de cedro, dueña de las alturas vive, después de haber caído del tronco más alto, hoy sus capullos florecen en el tronco del ''poró'' viviendo solo del rocío inquieto de cada atardecer.
La ''tabacona'' saluda con sus grandes hojas reposando en la sombra de la entrada de la casa,  junto las más pequeñas las de ''cinco centavitos''  y la pequeña enredadera que se adueña de las paredes húmedas donde el sol no logra secar.
Mi casita de campo, mi hermosa tierra de Santa Lucía, en el valle rodeado de las montañas de Turrubares, las colinas de Picagres y los montes de Quitirrisí.
El sol ha bañado de colores todo lo que a la vista está, y el cedro se ha llenado de vida con las avecillas que pasan sacudiendo sus alas frente al árbol de limón en la casa.
Mi hermosa casita de campo... Mi juventud, mis amores y mi hermosa tierra Puriscaleña con sus calles polvorientas y sus cafetales donde siempre huele a terruño...

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Para el blog Así es mi Tierra.


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sábado, 21 de abril de 2018

LA CANCIÓN DEL CEDRO DE SANTA LUCÍA.


El astro rey da los buenos días, y las montañas de Desamparaditos en mi hermoso Puriscal, allá en mi bello Santa Lucía, donde se inclinan para que su lejanía sea vestida de tul, para que su verdor sea similar al celaje veraniego. Mientras que al borde del cafetal, allá, junto a la cerca que demarca el terreno, se yergue imponente, el cedro con su canción. Aquel tronco y su traje de largura de años, que busca acariciar el cielo con sus ramajes. Verdecito su follaje, con sus ramas largas y llenas del ''mata palo'' que solo extiende sus raíces para atrapar la humedad del amanecer y su serenar. El viento sopla, moviendo con un guiñar de ojos aquellas hojas, suena la canción valiente del cedro, cual aplauso a la dulce vida que bajo su sombra habita. Yigüirros y gorriones, caciques y algunos ''pecho amarillo'', golondrinas y algunos carpinteros que taladran los troncos que por el sol y la lluvia han perecido entre aquel espectáculo de fuerza. Ardillas entre sus nidos, tucanes que buscan combinar sus picos coloridos con las flores de los parásitos. Y aquel cedro enorme, con fuerza, canta con el tiempo la canción de aquella brisa que cual multitud de alegría eleva el coro a la fiereza de los años que, solo han sabido verlo crecer.
Sombra que proporciona al caminante fatigado, y al trabajador labriego y sencillo, e incansable.
Cierro mis ojos y solo escucho el aleteo de tus hojas contra el viento, la furia que se estrella ensimismándose sobre la copa más alta, la que se sostiene con la tosca y voraz raíz en las profundidades de la tierra.

''Canta árbol de mi juventud, que el viento haga un concierto al recordar los pasos de mi alma por la cercanía de tu tronco valiente. Canta, y déjame disfrutar una vez más del arrullo de tus notas, mientras mis ojos descansan bajo tu sombra... Sigue cantando tu canción imponente como tu presencia al aire libre, mientras el sol sigue su marcha, y se despide de ti el día una vez más''

Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica.
derechos reservados 2017.
fotografía de Moisés Villalobos
para el Blog de Así es mi tierra.




sábado, 7 de abril de 2018

Llueve en Santa Lucía, las gotas de agua cristalina que caen cual bendición abierta sobre la tierra, perfuman el terruño en todos los rincones.
Los lirios se abren al sentir el frío tintineo de la tormenta ligera, que arrecia con el pasar de los segundos, y las rosas ponen sus pétalos en el salón de baile del viento. Dispuestas a danzar, sonríen ante el cielo mismo, inclinándose ante el sabor del mágico manantial.
Huele a tierra mojada, a vida y a campo fresco...
Es tiempo de escuchar el concierto,  con el percucionar de la lluvia en los tejados, y el arrebato de la brisa que cual pastor va empujando sus nubes hasta anegar todo a su paso.
Llueve en Santa Lucía... ¡ay mi bello Santa Lucía, mi lindo Puriscal! ... Tierra bendita entre montañas y valles, entre ríos y paisajes creados por la mano de Dios.
Que nunca se funda tu belleza, ni se apague tu sol, que siempre sobreabunde el alimento y el amor de su gente por todo derredor.

Rapherty Villalobos Soto.
Costa Rica.
derechos reservados.
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miércoles, 4 de abril de 2018



Cuando el sol cae entristecido, la brisa canta al pie de la montaña que ambarina solo juega en su danzar, la noche se asoma allá en Santa Lucía, adornando los parajes de mi bello Puriscal. Se escuchan el susurrado canto de los follajes, las ramas de los cedros y de los pinos haciendo reverencia al pasar del viento.
Se levantan los pequeños remolinos tomando el polvo de los caminos, dando una sensación de vacío al sendero que lleva al centro de la ciudad. Unos postes de alumbrado púbico, tímidamente dan un poco de brillo al pasear nocturno de los señores. Aquellos personajes con sus pies descalzos y su sombrerito blanco cubriendo su vejes, sus barbas blancas llenas de canas, y los dedos que besan la tierra en el andar camino a casa.
Se escuchan las algarabías al pie de la callejuela, las familias reunidas ya en sus hogares, los niños jugando con sus troncos de madera, las niñas peinando las muñequitas  de trapo que les hacía mamá.
Parecieran estar a lo lejos, pero lo cierto es que solo eran algunos metros lo que distanciaba la casa de la vía principal.
Los perrillos ladrando anunciando la llegada del desconocido, aquel hombre que luego de una jornada larga solo llegaba oloroso a trabajo, con aroma a pan ganado con el sudor de la frente, con sus alforjas vacías, pero los pies pesados, la mirada gastada pero el corazón engrandecido.
Sorbiendo en su silla mecedora, una triste jarro con café, se quita el pañuelo del cuello, ese que le cubre el  la quemadura del sol, su manzana de adán se mueve en cada trago que ingiere del caliente café, que solamente sabe a gloria, a llegada a casa con aroma de hogar dulce hogar.
Ha fallecido el día, y nació la noche. La serenidad humedece con gotas de agitado rocío las campanas de la reina de la noche, obligandola a dar su aroma de majestuosidad. Y se escuchan los zorros y las lechuzas, gritando al silencio, que no la dejen morir...
Mi lindo Santa Lucía, mi hermoso Puriscal.
Hombres de pies descalzos han sido tus hijos, semilla hiriente de la tierra y la lucha con brazo pujante y fortalecido. Señal de madres que han parido con dolor, la bienaventuranza de lo que somos hoy.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
derechos reservados Costa Rica 2018
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Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente q...