jueves, 8 de febrero de 2024

Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente que ya solo espera el final dal día. 

Entre nubes grises y blancas, se despide el sol de un día más y la noche con su luna coloreteada dispuesta a salir con su vestido de estrellas a punto de adornar el ritmo de los edificios más altos de la ciudad. 

Aún no se asoma la noche, sigue escondiendo su timidez tras las cortinas del valles central, y el ruido disminuye poco a poco, como anunciando la llegada de la reina al acercarse las seis de la tarde. 

El paisaje urbano solo se presta para ser visto, no hay nada más para modelar que unas calles repletas de andariegos personajes y unas cuantas gotas de rocío en los parques que profetizan una noche tomada de la mano del hielo... 

Dispuesto a cambiar de página en rumbo a la media noche, algunos solo miran pensando que al día siguiente en la capital de San José todo se verá tan igual como el día de ayer. Pero no se detendrán a notar que las mismas calles por donde pasan todos los días se desgastan como su misma piel. 

El sol se ha marchado, a lo lejos se escucha el beso que entrega al azulado mar que lo ve desaparecer. Llorando los cielos se visten de noche, dejando la muerte del día en manos de las blanquecinas espumas que desde el mundo de concreto donde vivimos no podemos mirar. 

Adios... hasta mañana, se que estás muriendo un día más para dentro de unas horas volver a nacer... 


Rapherty Villalobos Soto 

Autor de Ilusiones 

Costa Rica 

derechos reservados.  

jueves, 10 de septiembre de 2020

 

LA CASITA DE SAN JUAN.

En la casita de San Juan. Allá donde se podían ver los montes dormir al ritmo del sonar, donde los ríos son libres aún y las praderas toman el sol sin ninguna interrupción. 

Recuerdo ese balcón con piso de tablilla de cedro, los pasamanos que lo rodeaban formados a base de cuchillo en manos del artesano. Tan lleno de naturaleza que aún se puede respirar el aroma a madera fresca. Era como estar sentado sobre el silencio del cielo y sus nubes cuando al atardecer la niebla besaba sus ventanales. 

Una silla por aquí, una banca por allá... Y las cortinas dobladas de hermosa manera adornando los marcos que daban a la recamara principal de la casa. Era tan espectacular ver la lluvia caer desde aquel balcón, sentir el viento acariciando el rostro y ver los montes y colinas recibiendo el alimento celestial. 

Allá en mi querido Puriscal, donde se guardan los sueños más bellos en un paraíso de paz y de gente trabajadora. Allá en su bello San Juan donde los árboles de jocote dan el fruto a los niños, y el paso por los ríos es libre porque no hay puentes, solo piedra y agua que forman un caudal donde es delicioso mojarse los pies. 

En al balcón de mis suspiros, en el piso de tablas formadas con mi corazón, en el atardecer ambarino y de celajes encendidos. Donde tantas veces pude ver al tiempo sentado en la baranda mirando como los minutos pasaban rumbo a la noche. 

Allá está la casita donde mis sueños volaron solo una vez. Con sus bigas de madera nazarena sosteniéndola valientemente. Con sus ''graditas'' hechas con amor enamorado hasta llegar a aquel hermoso balcón. 

A veces quisiera ser ese monte lleno de árboles que vigilante de día y de noche fue siempre el resguardo de mi inspiración.  


Rapherty Villalobos Soto 

Costa Rica 

derechos de autoría.


jueves, 1 de agosto de 2019


UN OASIS EN MEDIO DE LAS MONTAÑAS.


La brisa traviesa va y viene coqueteando entre los cerros del Zurquí. Se sienten las gotas serenas de una lluvia incansable sobre el camino antes de llegar al túnel que por años los abuelos lo han llamado igual. La sombrilla e' pobre en las laderas de las grandes paredes de roca, y los helechos adornando el paso de los riachuelos y cascadas. Está cayendo la tarde sobre las montañas y la neblina saluda el paso de los caminantes que, se detienen en su pasear para saborear el agua que la montaña ha purificado.
Algunos pizotes se dejan ver entre las verdes montañas, y se escucha el canto de las aves entre los ramajes recordando que aquella tierra es virgen aún. Las caídas de agua se asoman entre los senderos antes de llegar al río sucio, cuyo nombre se debe al color de sus aguas.  Aquel ancho caudal que le recuerda a los hombres que la naturaleza es de respetar, y que la vida es dada y sostenida por la mano de Dios que tiene misericordia. El aire frío se respira hasta sentir como se van helando los pulmones, y la piel se eriza en cada ráfaga de viento que cruza entre los collados que son inamovibles de su lugar.
La vida se abre paso... Se sostiene  entre los grandes cipreses y laureles que tienen años de existir, se mece la vida entre las ramas del guarumo y el paso del agua cristalina que choca entre las piedras de cada quebrada recordando que la libertad está sembrada en la misma raíz que nosotros intentamos mover.
El paso imponente antes de llegar al túnel Zurquí, subiendo por los bosques de San Luis y San Isidro de Heredia. Luego bajando hasta los linderos de la quebrada Gonzáles, hasta llegar al cruce de Río Frío...
Los atardeceres de mi tierra costarricense me enamoran más cada día, bajo el calor de aquel cantón donde vive un pedazo de mi corazón, la tierra de Pococí, la ciudad de Guapiles en la hermosa provincia caribeña de Limón, donde la lluvia tantas veces me hecho sentir la vida ... Donde el calor me ha enseñado a vivir con él.
Se ven las planicies,  su sabana, el calor de esta tierra que está llena de gente amiga, un espacio tiempo en medio de la inmensidad, tapada por las montañas como si fuera un oasis de nueva ilusión.
El cielo se ha teñido de ambarino paisaje estando yo bajo sus nubes grisáceas. Y luego de madrugada lo he escuchado llorar de alegría llenando de vida todo a su paso con sus tormentas.
Guapiles, pedacito de alegría en el centro de una inmensidad, cuya existencia es tapada como un tesoro bajo la mirada fiera del los Cerros del Zurquí.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2019
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miércoles, 12 de junio de 2019

LAS GOTERAS DE DOÑA AMPARO

No era que la tarde andaba de coqueta, cerrando sus ojos a cuenta gotas., al ritmo de las lluvias de medio año. En la casita de doña Amparo Mejía, el ''tejao'' ya estaba tan viejo que parecía coladera. El agua se metía por todas partes hasta la casa, donde La Doñita, como le decían los chamacos del barrio, ya estaba cansada de andar corriendo los muebles de un ''lao'' a otro.
Un grito enojado y lleno de ira se escuchó desde la cocina:

-¡Pepeeeeeeeeeeeeeee! pedazo de vagabundo, ¿dónde andas muchacho ''atarantao''?- La voz de la viejita que llamaba a su hijo de veinti tantos años pa' que le ayudara un poco, puesto que así como era bueno para comer, que fuero bueno en los quehaceres, de todas formas ni trabajo tenía.

En uno de los cuartos, un cuerpo retorcido de tanto dormir, con la cara tapada por un sombrero de paja, donde solo se le veían salir los pelos de la barba. Con los pies descalzos, y los ruedos del pantalón doblados hasta las rodillas por aquello de la mojada del piso. A Pepe no le estorbaba nada, era de esos hombres que son flojos con muchas ganas. Ni cayos tenía en sus manos puesto que siempre andaba ''escapao'' al trabajo. Con costos y se bañaba de ves en cuando por si las moscas.

-Muchacho condenao, ¿que no escucha que le estoy gritando? Necesito que se suba al tejao a arreglarlo porque ya casi estar adentro de la casa es peor que estar afuera, el chorrito de agua me cae en medio de la espalda, y después sigue mas pa' abajo y pa' que le cuento el frío que me da-  Le decía la Doñita al joven que solo balbuceaba entre dormido y despierto. -Ay ma' mañana ya es muy noche y la ''verda'' estoy muy ''cansao''- Dijo Pepe con los ojos mas achinados de dormir que de otra cosa.

Al rato solo se escuchaban las gotas de agua cayendo en los baldes y casuelas, toda la casa estaba llena de ellos y hasta el copete de agua. Era un concierto de sonidos que de repente se volvieron en silencio en toda la casa, como si hubiera dejado de llover, ni siquiera la Doñita se escuchaba con sus reclamos entre dientes. -Vaya, por fin puedo dormir tranquilo- dijo Pepe en sus adentros. Se enroscó más en su cama, de todas formas allí no había goteras, así que nada le preocupaba...

Soñaba tranquilo y sereno el ''tranquilazo'' de Pepe... Apenas habían pasado treinta minutos y ya el amigo andaba con su mente meciéndose como si estuviera en verano sobre una enramada de frutas maduras listas para comer. Mientras doña Amparo seguía peleando con las goteras y las tejas mal acomodadas. ..
El verano estaba en el sueño de Pepe, el dormía plácidamente, a sus anchas y a sus delgadas con toda la sinvergüenzada del mundo, a tal punto que hasta los zancudos tenían sueño de tanto verlo dormir.
De repente su sueño se tornó en pesadilla, una marejada de agua lo tenía acorralado en su árbol de frutas, no tenía escapatoria alguna. Era evidente que en su sueño moriría ahogado y de frío. Pepe gritaba de desesperación... -ayuuuuuuda, auxilioooooooooo, me muerooooooo-

Cuando tuvo chance de reaccionar, y abrió los ojos del susto lográndose sentar en la cama, lo primero que vio fue la figura de la Doñita Ampara, que con una tina en la mano se reía  a carcajada limpia al escuchar los gritos de Pepe.

-¿De que se ríe ma'? ¡si no está viendo que casi me ahogo! y yo estoy muy pequeño pa morir- Decía Pepe en medio del susto y mirando las carcajadas de la señora  que no podía detenerse.

-Mire condenao, que ahogao ni que mis canas, la que lo mojó fui yo, y como usted lo único que hace es dormir piensa que todas las tonterías que dice son ciertas, así que vaya y sube al techo en este instante y me acomoda las tejas, o lo que le voy a poner de corbata es la tina pero sin agua-

Y así no hubo más remedio que subirse al techo, ya de todas formas estaba ''mojao'' así que ni modo. A ponerle ganas más por miedo que le peguen con la tina que por otra cosa.

Y aún mientras Pepillo arreglaba las tejas, doña Amparo seguía riéndose al ver la cara de ''espantao'' de su hijo. A ver si así se le quita lo vagabundo.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica.

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jueves, 11 de abril de 2019


EL REGRESO DE LAS LLUVIAS.

Ya se oyen los abuelos hablando del canto de las primeras lluvias. Se nota el cielo abriendo el paso a las nubes cargadas de bendita tormenta.
Llora su lamento el yigüirro entre los ramajes de los árboles del campo, pidiendo al Creador que deje caer las gotas cristalinas de la lluvia para que haya alimento en el mundo. Huele a tierra mojada, a aguacero en los campos de Puriscal. Y los truenos que anuncian en los potreros la caída del milagroso líquido que reverdece los pastos, que hace que e ganado se reúna todo bajo las ramas del árbol más grande contemplar la  niebla que domina poco a poco todo a su paso.
Ahora se escucha el tintineo sobre los tejados, como música suave en un concierto de amor sobre la tierra, se va humedeciendo el polvo de los caminos, se llenan de gotas danzarinas las hojas en las matas de café haciéndolas brillar, el ''maicito'' como dice don Lupe, se ve alegre recibiendo el beso de la tormenta, y la quebrada del Barrio Santa Lucía, por donde está la entrada de la cachera, empieza a crecer su caudal con el agua fecunda que llena su paso.
Se han cargado las hojas del sauce llorón, con lluvia anunciante del atardecer, y el poema del cedro que cubre toda la calle, se ha escrito esta tarde con tinta cristalina caída del cielo.
Y los abuelos sentados en sus mecedoras, mirando como el calor desaparece junto con el polvo al caer tremendo aguacero.
La abuelitas en la cocina preparando el cafecito pa' calentar la garganta, con la ''arepitas'' recién pasadas por el comal, solo el humo se puede escapar por la chimenea de la cocinita e' leña, sin que la lluvia intimide su fuga al más allá.
Huele a  campo, a polvo recién anegado. Se siente la alegría en la tierra que durante el verano estaba en su agonizante aridez y ahora está renaciendo como rosa en pleno madrugar. Se han pintado de sueños los cielos, con sus grisáceos colores  escondiendo los cerros de Carit y Barbacoas...
La noche está por llegar y en medio de la partida del día la brisa dispuesta a arrancar algunas pocas gotas de lluvia de las arboledas, para llevarlas volando hasta los ventanales de las casas de campo, para que los abuelos digan a sus hijos y nietos -es hora de abrigarse ya-
Ha vuelto a llover en Puriscal, se ha enlodado el camino y se han lavado los tejados. Ahora es tiempo de anunciar la llegada del invierno y despedir al verano...

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2019.
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miércoles, 3 de abril de 2019

EL SABANERO

Galopaba el viento de la tarde sobre el lomo del caballo sabanero, sujetado de la crin cual jinete que recorría la sabana levantando el polvo del árido terreno de la pampa Liberiana.
Se notaban los colores ambarinos que colgaban de las ramas del majestuoso árbol de guanacaste, aquellos rayos que del sol derramaban la anunciada tarde a pinceladas de rojo soñar entre las nubes. Solo se podía oír el grito del campesino que con sus pasos fuertes y su mano morena de tanto estar bajo el sol, empezaba a llamar al ganado para los corrales...
El perro corriendo entre las reces, como fiel guía para que ninguna se fuera a perder. El polvoriento camino que solo era la huella de un verano arrasador en todos los pastizales.
El paso firme del caballo criollo, imponiendo sobre la aridez su paso de transporte, llevando al sabanero sobre sus lomos, galopando en círculos, y cargando sobre una silla hecha a mano el mecate y el machete como únicas herramientas de aquel hombre en cuya tarde liberiana está su libertad.
Sopla el viento al dar las  cuatro de la tarde con treinta minutos, y en la cordillera que rodea la planicie se nota como el sol se va escondiendo, las nubes se han teñido de color naranja,  y la soledad nocturna anuncia su llegada en la hermosa tierra guanacasteca. Liberia, mi blanca ciudad, donde la noche se hace reina de una luna que solo el amor puede colgar.
Allí te vi sabanero, con tu sombrero puesto y el pañuelo rojo rodeando tu cuello, sujetando la cuerda de los caballos, arriando los bueyes con su carreta, con tus pies descalzos dejando pasos de sencillez, y el cuchillo ''amarrao al sincho'' como buen trabajador. Con las mangas de tu camisa blanca recogidas, dejando que el sol cambie tu tono de piel, creando la callosidad en tu mano debido al trabajo de hombre valiente, de hombre sin comparación.
Galopaba el viento sobre la tarde sabanera, arrullando los follajes del imponente árbol de guanacaste, saludando las flores de veranera que guardaban las entradas a las fincas como finos guardianes de una tierra llena de libertad.
El sabanero con su grito alegre y su corazón ardiendo, solo mira como la luz cambia de tono en aquellas noches liberianas que jamás se han de olvidar...

Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
Autor de Ilusiones
derechos reservados 2019
Imagen de la red
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sábado, 16 de febrero de 2019


HASTA MAÑANA PURISCAL

Cae el sol sobre las montañas santaneñas... Al oeste se ve como el beso ardiente ambarino se adhiere a las cúspides de las colinas.
Se tiñe de tristeza el cielo, la noche anuncia su llegada, el viento canta su himno entre las arboledas  que ya casi no tienen hojas en sus ramajes como clásica caracterización de la estación veraniega.
Son las cinco y media de la tarde y el sol se ha sentado sobre las montañas de Quitiriisí, cerca del mirador de Paso Hondo, escondiéndose entre los bosques de pinos y cipreses. Coloreando algunos senderos por donde la brisa sigue su marcha, dejando ese tono color fuego sobre la tierra que me ha visto nacer.
Se empiezan a asomar las sombras entre los caminos, y algunas lamparas inician su labor de alumbramiento. Al este se asoman las primeras estrellas del atardecer, como si vinieran a despedir al astro rey antes de su total partida. Ya no hay calor fatigante, sino que ahora es solo el espectáculo natural de aquellas colinas pintadas color rojo fuego. Los celajes ambarinos y grisáceos, van muriendo poco a poco...
Como si de un momento a otro Dios llegara y apagara la luz y nos diera ''Hijos míos, ya es hora de dormir''
Solo el borde se ve ya al dar las cinco con cuarenta y seis de la tarde. Y en el mirador de el Alto de las Palomas se ve solo el borde de lo que fue un día más en esta tierra de mis amores. Ahora se escucha el bullicio de los grillos, el canto de los búhos y se escucha el aletear de las aves en los grandes cedros buscando su descanso...
Canta el viento de nuevo su canción de cuna, mientas la luna tímida se asoma con su vestido de noche y sus aretes de cometas, danzando entre los fríos y guiñando sus ojos ante la grandeza de los montes y valles del hermoso Cantón de Mora, sobre la Tierra de Santa Ana y la paz enorme de mi hermoso Puriscal.
Ya son las seis de la tarde, ya el sol está dormido y la noche baila entre las miradas de aquellos que solo esperan en su hogar el momento para ir a dormir.
Se empiezan a escuchar los golpeteos de los ventanales, y las bisagras rechinantes de las puertas hogareñas que son cerradas por sus amas. Mientras los hombres solo miran pasar el tiempo en sus sillas preferidas, contemplando a sus amores terminar el día.
Hasta mañana Puriscal, que Dios te bendiga.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2019


Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente q...