viernes, 23 de marzo de 2018



De mañana, justo cuando el sol inicia su romance con las montañas de Desamaparaditos, y le da brillo a las aguas de los ríos de Carit y Picagres, allá en mi bello Santa Lucía, se ve en los follajes al alegre cacique, mostrando sus plumajes rojos con negro azabache.
Con su revoloteo de rama en rama, surcando los cielos con astucia y gracia, con locura y maravilla, buscando al amor de su vida, y también un poco de alimento.
Se escucha el trinar enamorado por las mañanas, y su canto triste al llegar la tarde. Va y viene llenando de color los aires del pueblo donde nació, dejándose admirar más aún que el mis mismo yigüirro  cuyo llamado es siempre extrañando las lluvias del invierno.
Es un pedazo del poema de la vida escrito en la tierra por Dios., con su mirada atenta y su color rojo imponente, de pico fuerte y ala fiera, demostrando a todos que nada le podrá robar su libertad.
Gallardo y esmerado, jefe de jefes y dueño de las arboledas, enamorado de las nubes, dueño de los palos de níspero y mango, de los bananales, y de los güitites, se posa en los troncos secos del cafetal, entre los guarumos y los porós, entre las espinas de los rosales y la delicadeza de las ramas del jocotal. Solo extiende sus alas saludando al bobo-chizo, al carpintero y al gallito. Acompaña al gorrión y al come maíz en sus trinares y conciertos matutinos. Espera que llegue la tarde para tener su romance con el sol del atardecer, para darle la despedida a la brisa y acurrucarse en su nido al lado del cedro amargo que está junto a la entrada de la calle de Cachera.
Otro día más para el dueño y cacique de mi lindo Santa Lucía... a resguardar tus plumajes y tu gracia hasta que llegue de nuevo el amanecer...

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica dr2018
Blog Así es mi tierra.
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domingo, 18 de marzo de 2018

Una pequeña y gran Diferencia. Había una vez, un joven llamado Joselito, que a sus doce años todos se burlaban de él, por la simple idea de ser algo diferente. Sus padres le decían siempre que su llegada había sido una bendición para su hogar, y aunque algunos así no lo creyeran, por no estar de acuerdo con las diferencias de Jocelito, para evitar las burlas y maltratos de los habitantes de aquel lugar lejano, sus padres decidieron llevarlo a vivir a un lugar donde nadie pudiera verlo. Don Camilo, que era el nombre del papá de nuestro amigo, era un hombre de una estatura promedio, ya entrado en años, tanto así que ya ni cabello tenía, por eso usaba siempre un sombrero ancho que casi le tapaba todo el rostro, siempre vestido con su camisa de manga larga, y pantalones de mezclilla, de carácter amoroso con su hijo y su esposa, pero como una fiera embravecida cuando se trataba de defender a su querido Joselito. La madre de Joselito, doña Myriam, que siempre fue una dulzura de mujer, de esas que en la casa, la cocina y los cuidados de sus seres amados, no había quien le ganara. Con sus lentes pequeños, y sus cabellos plateados bien amarrados, se le veía siempre adornando su casa. Joselito, aquel pequeño, siempre estuvo al lado de sus padres. Nunca se separaba de ellos, aunque en su alma siempre estaba la espina de la duda, acerca del ¿por qué? sus padres lo tenían tan cuidado. Él siempre se miraba en el espejo diciéndose a sí mismo... -Yo me veo normal, no sé que pasa con papá y con mamá que no me dejan salir a jugar con los demás niños, ya estoy cansado de estar siempre aquí solo con ellos- Pero lo cierto es que Joselito con apenas doce años, medía casi dos metros de estatura, y sus manos largas y sus pies grandes hacían que los habitantes del lugar lo vieran como un monstruo. Era difícil para don Camilo conseguir ropa y zapatos para su hijo, por tal razón doña Myri, como le decían de cariño, tuvo que aprender a hacerle la vestimenta a su muchacho, y los zapatos los hacía el anciano, cada año porque el joven no dejaba de crecer. Era tal la estatura gigantesca que adoptaba que incluso la casa era inadecuada para él. Con sus pantalones remendados y sus zapatos tejidos, a causa de la estatura, Joselito seguía creciendo sin nada que se pudiera hacer. Una vez no hubo más remedio que llevarlo al pueblo, y ya el joven estaba por cumplir trece años y dos metros treinta centímetros de estatura. -¿Cómo lo voy a esconder?- decía don camilo... -¡Qué todo salga bien!- decía doña Myri- Y Joselito con tal alegría al saber que iría al pueblo, ni siquiera se fijo en que la parte de atrás de su ropa estaba agujerada. Al llegar al pueblo las miradas de las gentes se posaron todas en el joven, que era imposible no notar, algunos lo miraban con asombro,
otros, solo
se burlaban y murmuraban entre risas por la estatura del niño. Pero Joselito, tenía una sonrisa que iluminaba todo a su camino... Viendo los ventanales de las tiendas, maravillado por el paisaje de pueblo, jamás se había sentido tan feliz. Vio en un parque pequeño, unas mecedoras en donde apenas y podía sentarse, pero su infancia lo llevó a disfrutar de aquel momento sin percatarse que la gente solo se reía. Jamás olvidaría aquel día. No le importó en lo más mínimo la ignorancia de aquellas personas. Si no que el era feliz paseando por las calles tomado de la mano de su padre que solo disfrutaba de la alegría de su hijo. Esa fue la primera vez en mucho tiempo que el gigante pequeño, como lo habían apodado, llegó al pueblo. Los único que se atrevieron a acercarse fueron otros pequeños que, llenaron de preguntas a Joselito, que él respondió muy amable y al ver que el era igual que todos los demás no dudaban en jugar con él. El tiempo todo lo cambia, ya don Camilo y doña Myri no podían estar más al tanto del cuidado de su hijo, ya Joselito era un hombre de veinticinco años, con casi cuatro metros y diez centímetros de estatura. Y solo él podía hacer las tareas y las compras en el pueblo. Joselito se convirtió en un joven fuerte y valeros, de buen parecido y de gran tamaño, su sola presencia asustaba a cualquiera, ya que parecía que estaba siempre tocando el sol. Un día, Joselito, salió al pueblo, pues no tenía otra opción. Y ya la gente al verlo convertido en un hombre, no se atrevían a burlarse de él, sino que lo miraban con respeto. El en sus adentros seguía siendo aquel humilde y sencillo muchacho que sus padres criaron. Solo que ahora era más hábil con sus manos, y tenía conocimientos que su padre le había dado. Ese día al pasar por el pequeño parque notó que las mecedoras donde jugaban los niños estaban ya destruidas por el tiempo. Así que pensó en reconstruir aquel lugar que en su niñes le dio tanta alegría por primera vez. No titubeó un segundo y corrió a donde el dueño de una tienda, y le dijo: -Señor, por favor, présteme una carreta y un caballo- y aquel amigo se los dio más por miedo ante el gigante que por ayudarlo. Subió lo más aprisa que pudo, y tomó unos troncos de madera, sus herramientas especiales, y bajó como de rayo de nuevo al pueblo. -Joselito hijo ¿dónde vas tan apurado con todo eso?- -Ya regreso papá, voy a reparar algo al pueblo- exclamó el muchacho. Al llegar todo un contingente de personas lo esperaba, pero a él eso no le importó, como la primera vez que vino al pueblo. Y empezó a trabajar con inteligencia, con fuerza y dedicación en las mecedoras y columpios del parque. Al verlo algunos niños le decían -¿te ayudamos?- y él solo asentía con la cabeza sin perder la concentración. Unos le alcanzaban los troncos, porque por su estatura se le dificultaba agacharse, otros le sostenían los cabos de madera para que el los trabajara y armara. Los niños y aquel gigante pequeño, trabajaban muy a gusto en lo que hacían, hasta que al caer la tarde ya el trabajo estaba terminado. Se sentó a ver mientras los niños llegaban a jugar. Apenas y caía el sol del atardecer, y Joselito tenía tanta alegría en el corazón, que se olvidó que todo el pueblo estaba mirando lo que él hacía. Le devolvió los caballos y la carreta al tendero, dándole las gracias... -Gracias Señor, muy amable- y este no perdió oportunidad... -A ti las gracias muchacho, eres bueno en tu trabajo, aquí puedes ganar algo de dinero para ayudar a tus padres, mi casa necesita repararse, te pagaré bien- Y se fueron sumando otras personas con confianza, manifestando lo mismo, y se asombró al ver la aceptación de la gente... Pero su alegría estaba en ver a los niños columpiándose y meciéndose en el parque así como el lo había hecho... Sin importarle diferencias, opiniones o pensamientos, Joselito era feliz... Rapherty Villalobos Soto Autor de Ilusiones Derechos reservados 2018.




miércoles, 14 de marzo de 2018

NOCHE 

De mi noche Puriscaleña, dónde su manto oscuro va ennegreciendo cada rincón del terruño. Apenas son las seis de la tarde y las hojas de las palmas apenas y se ven. Esta vez la noche ha salido sola, sin una luna que la acompañe . Hoy podrá lucir sus aretes de estrella y su collar de nubes, los anillos de constelaciones donde al lado noroeste de mi Lindo Santa Lucía se pueden apreciar en sus dedos la osa mayor y la osa menor. 
Cerca de la quebrada, donde están los corrales de los caballos de Don Carmelo, se escuchan las ranas y su croar en concierto. Es una noche de verano y la brisa danza en en las hojarascas secas que han caído sobre los caminos, haciendo remolinos que solo denotan soledad, quietud y el silencio de la madre noche. 
Sobre pasto seco se respiran los aromas del campo, heno y el relinchar de las yeguas que ya están empezando a dormirse. 
Entre los pastos algo humedecidos por el sereno, se escuchan los grillos con su violín cortejando a las chicharras que, al caer la oscuridad, silencian su música y su canto al sol. 
Entre las montañas de Desamparaditos se ve el color ambarino de los últimos suspiros de los rayos del astro rey, tímidamente se despide del día y va cerrando sus ojos en el descanso del colorido azul y verde distancia que, se denota en los montes... Huele a paz, y también a fatiga. 
La velas comienzan a verse en las casitas, en las recamaras de las pequeñas viviendas hechas con tablas y algunos tejados. Donde aún los hombres salen descalzos a sentir entre sus dedos la tierra que les da el fruto. 
Al alzar mis ojos, solo se nota a lo largo de la calle de la Pedrada una luz que apenas y alumbra el camino del barrio. 
El romance entre la noche y el sereno da inicio cuando se abren los lirios y las veraneras se empiezan a desprender con el soplido de la brisa campesina. 
La mata de dormilona se convierte en alfombra que invita a los bailarinas al salón. Ya todo está presto para el concierto. 
La novia ha llegado y los músicos tocan el vals... 
Las lechuzas enanas, llegan en pareja al árbol de poró, para ver el baile desde arriba. Se encuentran un ramillete de flores sobre el cedro más viejo y lo lanzan para adornar el ambiente. Palomillas y algunas luciérnagas que titilan cerca de los ventanales, viendo como el cebo de las candelas se quema creen que son iguales a ellas y golpean el cristal del ventanal para poder entrar. 
La quebrada se ha convertido en el salón de baile de esta noche, y la fiesta apenas inicia. Hasta que la noche se canse y vuelva el sol a besarse con los montes otra vez. 

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones 
Costa Rica.





jueves, 8 de marzo de 2018

MUJER CAMPESINA.

Ella se levanta al dar las cuatro y media de la mañana todos los días. No puede evitar iniciar el día a día de esa manera, no tiene domingos, ni días festivos. Todos los días son iguales a todos.
Allá en mi bella Santa Lucía, ella empieza su hacendosa mañana abriendo las ventanas de la casa, dejando que el frescor de la madrugada que apunto de partir está, entre...
Con sus manitas aún algo entumecidas por el frío, abre la puerta que da al patio de la casa, y se dirige a donde está la leña apuñada por ella misma. Leña que ha sido partida y quebrada por el hacha en sus manos femeninas, detalladas y delicadas pero maltratadas por el tiempo, por el trabajo, por los días y los años.
Ya dispuesta a darle vida al fuego que abrasado se esconde en el fogón, colocando dos maderos grandes, la llama empieza a tomar fuerza, calentando el disco donde será colocada la cafetera con el agua, para que cuando llegue a su punto se pueda chorrear el café.
Toma una vasija de cerámica y la lava bien, dejándola reluciente de limpieza, y en ella vierte la maza de maíz blanca y pura, mezclandola con la sal para darle el punto necesario, y batiendo con sus manos para formar la materia prima para ''echar las tortillas de la mañana''
Toma el rallador, una pieza de madera con agujeros afilados que hacen que el queso blanco de haga polvo para aliñar de sabor la creación.
Son las cinco de la mañana, ya el fuego está en su punto, colocando el ''comal'' sobre el fuego como con arte de malabarismo, sin quemarse un dedo, sin usar ningún instrumento, coloca las esferas de masa con queso sobre el plástico y empieza a golpearla varias veces con una mano, mientras con la otra gira el quehacer dándole la redondez necesaria y tirándola al ''comal'' para que se cocine.
Ella, con sus cabellos recogidos, sus manitas morenas y su mejor sonrisa puesta, ve como el sol inicia su aparición. Mientras que de la cocina se despiden los aromas a terruño, a cefecito fresco recién chorreao, a tortillas palmeadas con queso...
En el techo de la casa, en sus bordes se ve la noche triste convertida en gotas de roció que caen sobre las orquídeas que adornan la entrada. El radiante astro rey ya indica que se pueden apagar las velas de la casa y de la cocina porque ya se hizo la luz.
En el piso de tierra de la casita donde no se ve más que el suelo apermasado por los pasos y las huellas de las sandalias de la mujer dueña de su hogar.
La brisa da los buenos días a la mirada de la mujer, le acaricia el rostro con delicadeza indicándole que pronto lloverá.
Así que ella apresura su paso para aprovechar la mañana, en los adentros de la casa todo está rechinando de limpieza.
Levanta su visión a las montañas, viendo fiera y cariñosa a la vez el mundo, con el pañuelo en su cuello toma el hacha en las manos y empieza a castigar los maderos con la filosa hoja de la herramienta, y así crear los trozos de leña para alimentar el calor del fogón durante el día.
Se va a al patio, debajo del palo de mango, donde las gallinas tienen sus nidos, y recoge los huevos que se encuentra. Barre con el mimbre los polvorientos senderos de su casa y después toma la bolsa de trigo y lo esparce sobre la tierra dando de comer a las aves que le dan parte de su alimento.
Ella, mujer campesina que no tiene descanso, que con esmero, dedicación y valentía se levanta sin ninguna pereza, ni remordimiento a enfrentar el día a día.
Ella es la dueña de mi bello Santa Lucía, allá en mi querido Puriscal...

Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
derechos reservados 2018
Para el Blog Así es mi tierra.
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viernes, 2 de marzo de 2018

AMOR DE LUNA

Luna puriscaleña, colgada del manto nocturno, acompañada de las estrellas. Matizada noche de mis suspiros allá en mi querido Santa Lucía.
Mientras el tiempo avanza con la '''jarrita de agua-dulce'' en las manos, la brisa cantando su canción entre las hojas de los árboles que a simple viste se llenan de tu blanquecino color ambarino. Hoy mi canción es para ti, luna de mis amores. Causante de mis borracheras adoloridas, y también de mis sonrisas a la luz y el calorcito del fogón.
Como me gusta verte bailar en el cielo, alumbrando entre los cafetales, esperando el violín de los grillos, el brillo de las luciérnagas, y el  danzar de los lirios y las veraneras.
Hoy soy poeta por ti, mi luna puriscaleña. Enamorado de tus pecas grises, y tu vestido de nube. Viendo como te meneas en el inmenso salón celestial, llevando el ritmo de las palmas y los palotes, rasgando una guitarra con las osa mayor a tu lado, con tu cabellera de brillo sonriendo al paso del que va rumbo a su casita luego de una jornada de largo trabajo.
Hoy mi declamar es para ti, porque estoy enamorado... Me siento como un joven adolescente que llega a la ventana de su amada con el mejor de sus amigos, a llevarle serenata al amor más lindo de su juventud.
Eres esa chiquilla de mejillas morenas, de sonrientes labios, con ojos color miel y manos que despiden aroma de pan y dulce de leche. Con tu delantal lleno de pureza y sin mancha, tus cabellos trenzados finamente hasta la cintura, y tus pies calzados con ''sandalitas'' de cuero cocido y suela de gaucho.
Por ti soy poeta, y cantor, por ti soy travieso peregrino que busca en las noches el silencio para declararte mi amor.

''Luna lunita, luna lunera,
de mis amores tú, mi dueña,
luna lunita, mi luna bella,
luna quiera Dios,
que tú siempre me quieras''

Mi luna puriscaleña, de marimba romántica que danzarina desasosiega, mi corazón enamorado...
Como tú no hay dos, te lo dice mi mirada campesina, y mis manos llenas de dulce soñar. No me canso de mirarte a los ojos, no me canso de decirte la mejor de mis palabras. Esperando que un día en las noches despejadas me digas que sí,  que serás mi amor eterno.
Por ti soy como el gorrión de amanecer, que con su canto llora en las madrugadas para que no salga el sol. Así no te perdería jamás, pero no me queda más que suplicar a Dios que no te vayas de mí.

''Luna lunita, luna mi reina,
que la mañana aún no llegue,
luna lunita, de todas la más esbelta,
porque sin ti mi amor,
mi corazón perece...''

Luna puriscaleña, dueña de mis caricias, de mis versos y amores. Hoy es para ti mi recitar, para que cuando vayas por fin a otro lugar, regreses esperando que esté listo en mi silla mecedora para enamorarte con mi canción.

Rapherty Villalobos Soto.
Autor de Ilusiones
Costa Rica
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jueves, 1 de marzo de 2018

Tempranito.

Hoy me levanté ''tempranito''. Apenas y se asomaba el sol tímidamente por la ventana de mi cuarto,  después de una noche y madrugada frías allá en mi Santa Lucía. Aún se vía ''oscurito'' ni si quiera podía distinguir el piso de ocre rojo de la casa.

-Bueno, ya es hora de abrir las ventanas, y dejar que la brisa fresca del amanecer llene todo con su rocío.  Vamos a chorrear el cafecito, para entrar en calorcito, y a empezar el que hacer de todos los días-

Mientras platicaba conmigo mismo, le daba gracias a  ''Tatica Dios'' por el nuevo día. Me dirigí a la cocina y al fondo sobre la callecita de piedra se escuchaba a lo lejos la campana de Don Beto, el lechero que hacía una natilla deliciosa, y a la vez vendía el pan fresquito, recién salido del horno.
Don Beto  el lechero, con sus sonrisa alegre y sus bromas de mañana. Con su sombrero para esconder la calvicie que los años le habían regalado, el pantalón de mezclilla azul y su camisa de manga larga blanca, blanca como la misma leche que vendía, gritando a las  cinco y treinta con su voz fuerte :

-¡Pancitooooooooooooooo Frescooooooooooooo! ¡la lecheeeeeeeeeee y la natillaaaaaaaaaaaaa!-

Se veían salir a los chiquillos corriendo detrás del carro, con las ollitas en las manos y uniformados ya con sus pantalones azules y sus camisas blancas de escuela, y después ingeniándoselas para jalar las ''casuelas'' llenas de leche, natilla y el pan. Ya bien bañaditos por sus mamitas esperando el desayuno para irse.
Mientras tanto Don Beto castigando la campanilla con el chilillo en mano, para avisar que ya estaba en el barrio.

Ya el sol comenzaba su aparición, y como un desfile enorme, se podía ver el paso de todas las mujeres hacendosas, bajando a Carit rumbo a la escuela y a San Juan. Los más pequeños adelante, todos como un  ejercito de estudiantes, y las mujeres atrás, con sus cabellos largos bien amarrados, y sus enaguas largas. Su mejor sonrisa saludando el día, recorriendo el polvoriento camino de piedra y lastre, con la canasta y los sacos del mandado preparados para subir al Centro de Puriscal por las compras en el mercado.

De camino a Carit, se ven las vaquillas propiedad de don Beto, pastando en potrero. Los árboles de guayaba ya con el fruto formado esperando a ser madurado por el astro rey, los palos de mango ya han terminado su floreada, se empiezan a notar los frutos retoñando entre los racimales y hojas verdecitas de verano.
Por allá a lo lejos se ve el racimo de guinea cuadrada, esperando que alguien lo note y se lo lleve para acompañar unos frijoles.

Ya mi casa está limpia, y es hora de que yo también me vaya. Luego de haber visto el espectáculo diario de la semana en mi bello Santa Lucía, yo también me pongo manos a la obra. Con mis alforjas rellenitas de pan, y un buen ''pintico con huevo picado'' y ''cafecito''  ''pa'l '' almuerzo y la tarde.
Comienzo a darle tierra al ''caite'' subiendo la lomita de la calle la Cachera, pa que no me agarre la tarde. De por sí la mañana se va volaa así que al que madruga Dios le ayuda, y nunca es tarde cuando la dicha es buena. Los dichos de mamá que se me quedaron siempre grabados, Dios la tenga en su santo lugar.

Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
para ''Así es mi tierra ''
derechos reservados 2018.
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Cae la tarde

 Cae el atardecer sobre las montañas josefinas, se adorna la capital con su frío veraniego dando un matiz ambarino a los pasos de la gente q...