LA CASITA DE SAN JUAN.
En la casita de San Juan. Allá donde se podían ver los montes dormir al ritmo del sonar, donde los ríos son libres aún y las praderas toman el sol sin ninguna interrupción.
Recuerdo ese balcón con piso de tablilla de cedro, los pasamanos que lo rodeaban formados a base de cuchillo en manos del artesano. Tan lleno de naturaleza que aún se puede respirar el aroma a madera fresca. Era como estar sentado sobre el silencio del cielo y sus nubes cuando al atardecer la niebla besaba sus ventanales.
Una silla por aquí, una banca por allá... Y las cortinas dobladas de hermosa manera adornando los marcos que daban a la recamara principal de la casa. Era tan espectacular ver la lluvia caer desde aquel balcón, sentir el viento acariciando el rostro y ver los montes y colinas recibiendo el alimento celestial.
Allá en mi querido Puriscal, donde se guardan los sueños más bellos en un paraíso de paz y de gente trabajadora. Allá en su bello San Juan donde los árboles de jocote dan el fruto a los niños, y el paso por los ríos es libre porque no hay puentes, solo piedra y agua que forman un caudal donde es delicioso mojarse los pies.
En al balcón de mis suspiros, en el piso de tablas formadas con mi corazón, en el atardecer ambarino y de celajes encendidos. Donde tantas veces pude ver al tiempo sentado en la baranda mirando como los minutos pasaban rumbo a la noche.
Allá está la casita donde mis sueños volaron solo una vez. Con sus bigas de madera nazarena sosteniéndola valientemente. Con sus ''graditas'' hechas con amor enamorado hasta llegar a aquel hermoso balcón.
A veces quisiera ser ese monte lleno de árboles que vigilante de día y de noche fue siempre el resguardo de mi inspiración.
Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
derechos de autoría.
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