domingo, 22 de julio de 2018


El reloj daba las dos en la madrugada , el silencio abrazando todo a su paso, exceptuando el zumbido de los pequeños insectos que se aprovechaban de la oscuridad bendita de la casa para danzar por todos los rincones.
Me levanté sin encender una sola lámpara, dando pasos entre los pasillos de la casa que obviamente son bien conocidos por mí, sin necesidad de iluminación. Abrí una ventana para encontrarme con la madrugada, que a pedazos se metía por el traslucido cristal empañado por la escasa niebla de las colinas de Santa Lucía.
La quietud me invitaba a estar ahí, sentado en mi silla mecedora siendo víctima del insomnio de aquel momento, solo tenía tiempo para mirar la obra de teatro que se movía frente a mis ojos. Algo de viento que como si fuera un efecto especial, movía las hojas de los árboles haciendo que algunas en su mecida se desprendieran del follaje.
La niebla empapando con sus diminutas gotas de agua rociada todo a su paso, pintando de verdor algunas plantas y dando vida a la alfombra de musgo verde que se adhiere a los pisos de concreto y piedra hechizos como escalones, para poder pasar como si fuera camino de reyes. 
Algunas aves nocturnas que van abriendo sus alas, como una trampa mortal para los pequeños que se esconden entre las tierras y las raíces de los grandes cedros, y los almendros.
Las dos y treinta minutos, y mi piel se eriza con el leve frío tropical que la lluvia de anoche dejó como herencia en las callejuelas y cafetales. Se ven las gotas de agua colgándose de las puntas del café, como si fueran a suicidarse al caer a la tierra que las espera para calmar su sed.
No hay polvo sobre el lastre de los caminos, todo está humedecido en mi hermoso Santa Lucía. Las luces de los faroles apenas y se ven porque son dominados por aquella bruma típica de las colinas y los montes. Y se escucha en el fondo como por el riachuelo del paso de la ''Cachera'' las corrientes de agua aún siguen mostrando su furia. Chocando contra las piedras, amenazando escaparse con algo más que agua y retomar su cauce natural. Pero el higuerón sostiene con valentía aquel tronco que fue puesto por los ancianos, los que en sus épocas de juventud con manos firmes y nervudas colocaron las bases de adobe y madera sobre los caminos para poder preñar al terruño hasta que sus hijos fueran el fruto de su esfuerzo.
Hombres y mujeres de piso e' tierra, de pies descalzos y camisas blancas como la misma paz que se respira esta noche.
Así es  mi tierra... Así es la vida, la noche y el existir allá en mi hermoso Puriscal. Donde mi sueño ha sido robado por una noche a las dos de la madrugada. Son las tres con quince minutos... Y sé que jamás habrá un paisaje tan bello como el de estas noches de vela en mi hermoso Santa Lucía, lugar donde late libre mi corazón.

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica.
Para el Blogg Así es mi tierra.

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