viernes, 9 de febrero de 2018
''LA CASITA DE DOÑA VIKY''
En la casa de Doña ''Viky'' solo se ve un jardín enorme lleno de plantas. Adornado por Orquídeas y matas de lotería, por veraneras y algunos helechos. Parecen matorrales al verlos desde larga distancia; haciendo juego con el color de la tierra majada por el paso de la amable señora puriscaleña. Es verano y la sombra del almendro que está en el centro del jardín es una delicia para evitar el castigo de los rayos del sol de medio día. Una alfombra verde de musgo se ve recorrer el suelo, entre tarros de lata con matas y flores, entre baldes plásticos, ya algo envejecidos por el pasar el tiempo, que guardan algunas raíces de las petunias, y las margaritas. Doña Viky abre la puerta de su casa para que el viento pase a adelante y se siente a esperar el baile del tiempo. Mientras ella con sus sandalias, inicia el oficio diario en su casa. Barre desde afuera para adentro como costumbre, sin dejar un solo granito de polvo por donde pasan las hebras de la herramienta de limpieza. Sacude su mesita en la sala para quitar las migajas de pan que han quedado después del desayuno, hasta llegar a la cocina donde su cocina de leña le da un bao de calor al lugar. Adornado con una pileta de cemento lujada con ocre, un tubo sencillo de plástico con una llave de metal para que llegue el agua, se dispone a lavar los platos hasta dejarlos rechinando de limpios. Se escucha el chasqueo entre cubiertos de metal, y el choque de los vidrios entre vasos manejados por las manos de aquella sabia, hacendosa, y madura mujer. Con unas paredes hechas de madera y latas de techo, ya ennegrecidas por el humo y la ceniza de la cocina de leña, se ven sobre los cabos de madera varios clavos de metal. Donde ella va colgando algunas jarras después de lavarlas, algunas cucharas y cucharones usadas pa' mover el arroz y los frijolitos de la noche. También se ven colgados los ''trapitos'' blancos en la otra parte de la pared, eso sí, todo ''limpiecito'' hasta que da gusto. No se ve ni una mosca dando vueltas por aquel lugar. Doña Viky, con su cabello corto y sus mejillas rosadas algo regordetes, sus manitas mojadas por el agua de la limpieza, y su voz dulce ya de abuelita. Se sienta en su sillón preferido, siempre el frente de la puerta, para ver a los amigos caminantes que tienen a bien saludar. -¡Adioooooooos Doña Viky, buenas Taaaardes ''Ma'!'- se escucha en la calle de tierra y cemento mezclado que pasa por el frente de la choza. Y desde adentro se oye -Adioooooooooooooooooooooos Doña Esther que gusto verla- La repuesta de doña Viky que no se podía quedar sin devolver el saludo de campo con cordialidad. Se ven las hojas de árboles aledaños cayendo por todo el lugar, los cedros han quedado pelones, al igual que los troncos de poró y algunos que otros almendros y jocotes. Se pueden ver algunos pajaritos de pecho amarillo en las ramas secas. Y también las ''pajuilas'' o gallinas de monte brincando para allá y para acá entre las ramas verdes que quedan de los itabos y los guarumos Ella toma un palo cualquiera, y amarrándole unas cuantas hierbas con un cordón de ''cocaleca'' hace una escoba para ir y quitar del paso aquellas hojas secas ante de que el viento de la tarde haga de las suyas esparciéndolas más por todos lados. Arrebata con furia, para un lado y pal' otro con su escobita de mimbre, apartando las hojas secas caídas en la entrada de su casa. Hasta dejarla libre de todo estorbo de tal forma que la alfombra de musgo verde y pasto, zacate limón y flores ''chinillas'' y hortensias quedan de nuevo al descubierto. Doña Viky Solano, ya toma aire y va por su cafecito de la tarde. Ha valido la pena la ''mañaneada'' en aquella casita de Barrio Santa Lucía, en mi lindo Puriscal. Y las mejillas coloraditas de la amable mujer lo dicen todo, llenando con un tono de satisfacción y humanidad a la tierra bendecida por Dios.
Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
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