Cuando el sol cae entristecido, la brisa canta al pie de la montaña que ambarina solo juega en su danzar, la noche se asoma allá en Santa Lucía, adornando los parajes de mi bello Puriscal. Se escuchan el susurrado canto de los follajes, las ramas de los cedros y de los pinos haciendo reverencia al pasar del viento.
Se levantan los pequeños remolinos tomando el polvo de los caminos, dando una sensación de vacío al sendero que lleva al centro de la ciudad. Unos postes de alumbrado púbico, tímidamente dan un poco de brillo al pasear nocturno de los señores. Aquellos personajes con sus pies descalzos y su sombrerito blanco cubriendo su vejes, sus barbas blancas llenas de canas, y los dedos que besan la tierra en el andar camino a casa.
Se escuchan las algarabías al pie de la callejuela, las familias reunidas ya en sus hogares, los niños jugando con sus troncos de madera, las niñas peinando las muñequitas de trapo que les hacía mamá.
Parecieran estar a lo lejos, pero lo cierto es que solo eran algunos metros lo que distanciaba la casa de la vía principal.
Los perrillos ladrando anunciando la llegada del desconocido, aquel hombre que luego de una jornada larga solo llegaba oloroso a trabajo, con aroma a pan ganado con el sudor de la frente, con sus alforjas vacías, pero los pies pesados, la mirada gastada pero el corazón engrandecido.
Sorbiendo en su silla mecedora, una triste jarro con café, se quita el pañuelo del cuello, ese que le cubre el la quemadura del sol, su manzana de adán se mueve en cada trago que ingiere del caliente café, que solamente sabe a gloria, a llegada a casa con aroma de hogar dulce hogar.
Ha fallecido el día, y nació la noche. La serenidad humedece con gotas de agitado rocío las campanas de la reina de la noche, obligandola a dar su aroma de majestuosidad. Y se escuchan los zorros y las lechuzas, gritando al silencio, que no la dejen morir...
Mi lindo Santa Lucía, mi hermoso Puriscal.
Hombres de pies descalzos han sido tus hijos, semilla hiriente de la tierra y la lucha con brazo pujante y fortalecido. Señal de madres que han parido con dolor, la bienaventuranza de lo que somos hoy.
Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
derechos reservados Costa Rica 2018

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