EL HOMBRE EN LA SILLA.
Allí estaba yo sentado... Abrazado a una taza de café que besaba en medio del pasar del tiempo. Viendo como el humo caliente del café se mecía al ritmo de la brisa burlona cada vez que me acercaba el jarro a la boca con ambas manos, para besarle con serenidad.
Acomodado en una silla de de madera que se mecía con el impulso de mi pie. Reposado sobre dos cojines hechos de trapos viejos y ropas que ya no se usan, guardados en una funda que asemeja una almohada ''hechiza''
Con mi abrigo de cuadros, y unos pantaloncillos de mezclilla azul, comunes y corrientes, y unas sandalias que cubren solo las plantas de mis pies. Sintiendo el frío de las mañanas de noviembre, enamorándome del paisaje de unas montañas llenas de lejanía ante mis ojos. Un cielo blanco lleno de nubes que huyen en el viento, del sol travieso que las traspasa con sus rayos de calor.
Mi piel eriza... Siento que la vida me ha dado lo justo y merecido cada vez que logro ver los tucanes en las arboledas, jugando entre los follajes.
Cantan los lirios el mecer de sus campanas, despidiendo aquel aroma a noche y soledad. Llamando al cedro que reina en el centro de la cerca para que no deje de despedir su aroma de grandeza. Todo está en su lugar, y cada lugar es un espacio equilibrado donde no puede faltar nada. Levanto mi mirada y logro ver algunas gotas de rocío armando el espectáculo, como trapecistas colgando del borde del tejado.
Yo solo estoy sentado en una silla, viendo como los segundos sin tregua se llevan el día a día de todo lo que me rodea.
No hay nada que cambiar, y el show debe continuar. Esta escrito en cada piedra por donde el caudal de la quebrada de la calle la Cachera pasa libremente. Y vuela la existencia en las alas de los caciques y sus plumajes rojos.
Si esta silla pudiera hablar en cada tarde de lunes. Si la quietud fuera la oradora de mis noches en compañía de un café...
Tomo otro sorbo más de café, amando el calor que resbala por mi garganta. Calentando mis venas, mi sangre y mi pensamiento, sin dejar de mirar cada detalle, incluso el musgo verde que crece como alfombra en las gradas de la entrada de mi casa. Me siento un rey disfrutando de su reino... Aunque solo sea un hombre sentado en una silla de madera.
Ya llegó la hora de levantarme, de dejar que descanse ese lugar tan preciado donde me siento a ver pasar las horas. Enamorado de la vida, y con algunos recuerdos haciendo desorden en mi mente. A veces creo que esta bendita locura es lo que todo hombre que se sienta en una silla puede anhelar para seguir viviendo...
Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica.
derechos reservados.
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