jueves, 13 de diciembre de 2018


DON VICENTE Y DOÑA VIKY SOLANO.

La brisa fría de las mañanas de diciembre acariciando mi rostro, mientras el sol va reverdeciendo cada hoja, y cada tallo que con su calor toca.
Huele a tamales, a agua dulce con leche bien calientita recién salida de la cocina. Preparado todo con las manitas arrugaditas de tantos años de doña Viky Solano. Se ve como  pasa el limpión blanco sobre las hojas verdes soasadas, hasta dejarlas relucientes y listas para llenarlas con la masa y todo el amor de su corazón para con su familia. La leña ya esta cortada y colocada cerca del fogón donde descansará la olla que se encargará de cocinar la ''tamaleada''
La risa de doña Viky, y el jugueteo de los pequeños... Una mezcla de niñez con experiencia en todo el hogar. Se empieza a sentir el aroma a leña recién quemada, y el humo blanco adornando los tejados al escapar por la chimenea. En la silla mecedora está don Vicente, esposo de doña Viky, un hombre que ha sido formado por la naturaleza del campo, empuñando el hacha y pasando la lima afiladora sobre la hoja para quitarle las asperezas y dejarla como nueva para cuando la vuelva a ocupar. Con un ''jarrita'' de café humeante, besando la lata del vaso en cada sorbo mientras con la otra mano no deja de afilar la herramienta. Sentado en esa silla que parece ser su mundo, solo espera a que el amor de su vida, Doña Viky, le diga -papaito'' necesito que me traigas mas leña para el fuego-
De lo contrario, no se levantará de su silla para nada.  Luego de sesenta y ocho años de estar en esas tierras puriscaleñas, donde conoció a su amor, a su ''viejita'' como le dice de cariño, donde vio incluso la partida de sus padres. Don Vicente, con sus pantalones de ruedos arrollados, y el mecáte de cocaleca que usa en vez de un cinturón, sus pies descalzos sobre el piso reluciente de ocre pulido por la misma Doña Viky, con su par de botas de hule negritas a su costado esperando para ser usadas, negritas de tanto lavarlas. Su camisa de cuadros con un nudo a la altura del ombligo, y su ''machete'' bien puesto en la cintura. Ya este hombre de tantos años era parte del paisaje de mi bello Santa Lucía, caminando por los senderos de piedrilla y lastre de la mano de su ''viejita''
Doña Viky con su pañuelo rojo cubriéndole la cabeza, por donde a veces se le escapaban algunas canas que adornaban su mirada con el color plateado del pasar de los años, lentes redondos para bien ver y su delantal de color verde que ella misma había hecho para las labores del hogar.  Aquella humilde señora que no era más que el amor personificado, el cariño hablando de viva voz. Ya con sus sandalias tejidas se veía hacendosa en la elaboración de los tamales, en la compañía de sus nietos y el amor vigilante e incansable de Don Vicente que no permitía que nadie le dijera nada, a esa mujer tan llena de amor que escogió como su compañera de vida en su juventud.
El fuego esta en su punto, y ya los tamales están bien amarraditos de dos en dos, listos para ser colocados en la olla para que el fuego haga lo suyo.
Ya son las doce medio día en Puriscal, y el aroma de terruño se va sintiendo cada vez más en cada casita.
Huele a diciembre... y el viento lo pregona en su cantar...

Rapherty Villalobos Soto
Autor de Ilusiones
Costa Rica
derechos reservados 2018
imagen de la red con fines ilustrativos
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3 comentarios:

  1. Preciosa prosa mi querido amigo...emocionante. Gracias.

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  2. Que hermoso leer tus relatos bien hilvanado. Es como navegar en el aire con sus palabras bien pensadas ...es maravilloso como me transporta a ese suelo querido. .gracias sobrino por hacerme soñar despierto ..

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