lunes, 12 de febrero de 2018

Una Casita Acogedora

El tiempo sigue su paso... Poco a poco va metiéndose en la oscuridad de la noche, donde la quietud y la serenidad, son solo por ratos mientras el viento no pegue en las puertas de madera de los ventanales hechizos de la humilde choza.
Adentro, un tizón que corresponde al pedazo de madera de una mesa vieja de pino, que fue desarmada por su dueño para darle calor al crepitar de las brasas en la cocina de leña. Humo blanco escapando por el tubo de metal que hace la función de un remedo de chimenea, pero el calor de la madera ardiendo, impregna todo el lugar...
Huele a hogar, a la caída de la noche, mientras que en las afueras de la casa, los lirios recuerdan el verano que se adueña junto con la oscuridad del pasar de la noche. Se ve la humedad del ''sereno'' que cae entre los troncos que forman junto con unas tablas una especie de cerca que recorre todo el terreno. Con una arco de flores veraneras de color rojo que se pierde como enredadera en el pórtico de la cerca, la brisa misma que mueve las nubes y deja ver la luna colgada del cielo, también azota contra las indefensas plantas que alzan vuelo en pequeños torbellinos entrelazados.
Son las ocho con veinte minutos de la noche, en Barrio Santa Lucia... Y aquella casita de tipo ''chalet'' con sus tabloncillos de nazareno, y sus muebles de pino envejecido, sigue emanando el olor del terruño, sigue mostrando la humildad y la sencillez del pancito ''ganao'' a base de manos llenas de tierra.
En la canasta de mimbre que está sobre la mesa del comedor, dos trenzas de pan salado adornan el sitio sagrado de reunión familiar. La ''natilla'' está cortada y tapada con un ''trapito'' blanco que cubre la taza de barro lujado hacha a mano para mantenerla a punto.
Una mano de guineos verde esperando madurar, junto con unas naranjas y mandarinas, limones y también manzanas de agua, son el adorno de la casa en la alacena de los alimentos. Huele a madera quemada, el pino de la vieja meza echada al fuego no solo daba calor, sino que también el aceite natural de su forma daba el aroma a corteza quemada en todo los rincones de la choza.
La noche abraza con el frío el tejado, pero la casa en sus adentros sigue caliente y acogedora, aunque los tabloncillos del piso rechinen con cada paso que se da, y aunque algunas piezas del ventanas rechinen al intentar ser abiertas por la brisa ...
En Santa Lucía, solo sigue reinando la quietud de sus lugareños.
Cuartos alumbrados con velas de cebo, colocadas en candelabros ya saturados de esperma, o en algunas botellas viejas de vidrio que sirven solo como base.
El tenue brillo de aquellas luces son notorias hasta las callejuelas que pasa al frente de la casa. Un soplido se escucha en la casa y  la luz desaparece... Entre humo blanco y el calor de la cocina de leña  ha llegado la hora de dormir...

Rapherty Villalobos Soto
Costa Rica
derechos de autor 2018
Para el ''Blog'' ''Así es mi tierra''
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